El Lobo de Wall Street

El Lobo de Wall Street (2013) [The Wolf of Wall Street]

Atrevida película de Martin Scorsese con un pletórico Leonardo DiCaprio interpretando a Jordan Belfort, un corredor de bolsa nacido en el depauperado barrio del Bronx en Nueva York y que fue ascendiendo hasta llegar a ganar 49 millones de dólares en un año gracias a su capacidad de liderazgo, poder de convicción y oratoria, mezclados con ambición, potenciados por el uso de todo tipo de drogas y sazonados con una ética y profesionalidad cuanto menos laxa.

No sé si es por mi deformación «libertaria» o por estar acostumbrado a que este tipo de películas pretendan ser una crítica feroz contra el capitalismo o el ánimo de lucro, pero me ha parecido una película que no pretende aleccionar ni ser moralista en un sentido u otro, sino que presenta un retrato desapasionado de los esfuerzos de sus protagonistas por ganarse la vida y prosperar.

La película se cierra con un Belfort venido a menos, dando conferencias en pequeñas ciudades sobre técnicas de venta agresiva. La cámara enfoca las caras de los asistentes a estos seminarios, la mayoría de ellos con pinta de perdedores, pero con un brillo especial en sus ojos que reflejan sus esperanzas por aprender a vender y así, por fin, poder salir adelante y, con suerte, hacerse ricos como consiguió su conferenciante.

La película es eso: gente que intenta ganar dinero. Unos se conforman con poco, otros no tienen nunca suficiente. Unos lo hacen lentamente, otros de forma rápida. Algunos lo intentan hacer legítimamente, otros no. Algunos usan los cauces de la legalidad, otros saltan a terrenos ilegales.

Llegados a este punto, quiero que se note que pretendo distinguir lo que para mí es legítimo pero no legal y viceversa. No sé si es intención de la película hacerlo, pero yo he creído detectarlo. Los cientos de prostitutas que aparecen a lo largo del film, se ganan su vida de forma legítima pero no legal. Los pequeños traficantes de drogas se ganan su dinerito de forma ilegal pero legítima. El personaje de DiCaprio pretende ganar dinero convenciendo a personas que, a su vez, pretenden ganar dinero invirtiendo en acciones, etc. Todo el mundo pretende mejorar. Todos lo hacemos.

En esas conversaciones telefónicas que Belfort mantiene con los potenciales compradores no hay coacción de por medio; puede haber engaño, sí. Pero para engañar hace falta dejarse engañar. Ambas partes quieren ganar dinero: Belfort vendiendo acciones que pueden dar beneficios o pérdidas y los compradores también quieren ganar dinero, creyendo que nada puede salir mal. ¿Es más legítimo el ánimo de lucro de un humilde padre de familia al que convencen mediante ardides que el ánimo de lucro del propio bróker? ¿Es acaso más tolerable intentar ganar mucho dinero que conformarse con poco? ¿Depende de si el ánimo de lucro es el de un fontanero o el de un ricachón (a quienes, por cierto, también convenció/engañó para comprar acciones)?

Yo opino que es algo que no depende de quién lo haga (todos lo hacemos) sino de cómo lo hagamos. Y, para mí, por polémico que esto pueda parecer, lo que hacen Belfort y sus empleados, si bien reprobable desde el punto de vista ético, humano o profesional, no considero que deba considerarse ilegal ni punible. La película menciona recurrentemente la frase «con el viento se limpia el trigo, y los vicios con castigo». Yo añado otro refrán relacionado, aquel que dice «ante el vicio de pedir, está la virtud de no dar». Belfort pide dinero a la gente a la que llama por teléfono, pacíficamente, sin coacción, sin usar la fuerza, sin amenazas. Los crédulos compradores, en su afán por conseguir dinero fácil «pican» y se lo dan. Algunos perdieron dinero, pero también otros habrán ganado. De éstos últimos nadie se acuerda. Son los primeros los que reclaman. Es a los primeros a quienes las leyes «protegen» (de su propia estupidez, añado).

Y aquí entran en juego el FBI, la SEC (Securities and Exchange Comission, algo así como la Comisión Nacional del Mercado de Valores en España) y todo el aparato del Estado. Hay toda una industria, formada por personas que también quieren ganarse la vida (agentes del FBI, abogados, jueces, miembros de la SEC, etc.), basada en algo que a mí me parece más ilegítimo que lo que hace Belfort: usar la ley, las amenazas, la violencia y la coacción (mediante multas, cárcel y armas) para, con la excusa de proteger de sus propias malas decisiones a una de las partes de un intercambio voluntario, conseguir dinero.

El personaje del agente del FBI que persigue a Belfort es un resentido. Alguien que quiso ser bróker y no lo consiguió y acabó como agente del FBI encargado de perseguir a los que hubieran sido sus colegas. Probablemente no tenía la capacidad comercial o la inteligencia suficiente para ganar dinero en bolsa y ahora, movido por la envidia y la frustración, usa la maquinaria coactiva del Estado para perseguir a quienes son objeto de su envidia. Tras una falsa humildad y honestidad -siendo íntegro y no aceptando sobornos-, esconde y justifica la tristeza de no haber podido llevar la vida que llevan a quienes persigue. No hay nobleza en ser pobre, ni debe considerarse inmoral el ser rico. La nobleza y la dignidad se lleva en cómo se consigue salir de la pobreza.

El mercado es más justo que el Estado a la hora de poner a cada uno en su sitio. El mercado libre se basa en acuerdos voluntarios, mientras que el Estado basa su funcionamiento en la coacción. El negocio de Belfort estaba destinado a caer, ya fuera por su desenfrenado ritmo de vida, ya porque trataba a sus clientes sin el más mínimo respeto ni compromiso a largo plazo. Su manera de ganar dinero y su estilo de vida tenían una mecha muy corta. Esa es otra lección que nos da la película: no se «es» rico o pobre. Sino que se «está» rico o pobre. Cuánto tiempo permanezcas en esas situaciones dependerá de tu inteligencia, esfuerzo, capacidad de ahorro, capacidad de pensar a largo plazo, las alianzas que formes con tus empleados y clientes, etc.

La película muestra a un personaje falible, con luces y sombras. Se droga, sí. Embauca a la gente que se dejaba embaucar, sí. Pero también muestra que ayudó a prosperar en la vida a muchas personas, no sólo dándoles un empleo, sino ayudando desinteresadamente a personajes como la madre soltera endeudada a la que da un trabajo, confiando y rodeándose de outsiders, perdedores que, de no ser por él, habrían llevado vidas muy diferentes a las que finalmente llevaron.

Espero que la película plante en las cabezas de muchos espectadores la semilla de que ganar dinero no es malo per se, sino que lo malo es ganarlo basándose en la coacción. Muchos la interpretarán de forma muy diferente a la mía, convenciéndose de que ganar dinero sí es malo o que ganarlo como él lo hizo debe estar regulado, penado y perseguido. Quizás esto se podría desarrollar mejor si hubiera una (aburrida) secuela en la que se explicara su vida como honesto conferenciante, la cual serviría para demostrar al público que la forma que eligió de ganar dinero fácil y rápido no es buena, ni deseable, ni sostenible en un mercado libre.

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